Salir del clóset con tu familia en la puerta

Bueno, ya era hora de un artículo. Tengo muchas ideas represadas y muchas cosas deberían ir en esta hambreado blog. No he logrado madurar algunas ideas y el tiempo tampoco ha sido un recurso que he aprovechado eficientemente. En fin, aquí un artículo que he tenido atravesado durante mucho tiempo.


Amar lo que se odia… ¿es posible? ¿Puede algo que se odia ser amado en su real dimensión? ¿Se puede redescubrir y redefinir lo que aborrecemos y maravillarnos por lo que nos causa desprecio? Odiar es fácil, pero el amor exige voluntad: salir de la zona de confort. Este redimensionamiento de nuestra perspectiva es posible, sin embargo creo que no encontramos motivaciones para hacerlo. En principio, no debería siquiera formular teorías o generar conceptos sobre el odio o el amor, pero están en todas partes: los encuentro en todo lugar; son materia y energía… además son buen material para huevear.
Existen infinidad de cosas que se pueden amar y odiar y lo hacemos según nuestras creencias, gustos, educación, experiencias, ideas, etc. Amamos y odiamos a cantantes, políticos, ideas, libros, series de TV, colores. Todo lo que existe es objeto de nuestro afecto o desprecio… incluidos los gais. El odio a los mariquitas tiene incluso una palabra específica: homofobia. Sin embargo, no hay ninguna palabra específica que defina el afecto hacia los gais. La conclusión es obvia: hablando de homosexualidad hay más odio que amor. ¿Merecen los mariquitas ser amados? Quizá no ¿qué han hecho para ser amados o al menos para que su mera existencia no resulte tan incómoda?
De entrada, esperamos una actitud positiva por parte de los demás… ¿pero qué estamos dispuestos a dar? Toda relación se basa en dar y recibir. Si pedimos aceptación ¿No deberíamos, en contraparte, ser empáticos y entender que este proceso es difícil para la otra parte? A nivel personal, si reconocerse homosexual es un proceso duro… ¿No deberíamos considerar que sea también un proceso duro para los que están a nuestro alrededor reconocernos como homosexuales? Para nosotros, aceptar la homosexualidad, desde nuestra identidad homosexual es algo lógico y natural, pero para las otras personas que no son homosexuales ni entienden la homosexualidad es todo lo contrario. Con el contexto negativo que tiene la homosexualidad, el rechazo es comprensible (pero no justificable). Si históricamente la homosexualidad ha sido asociada con lo peor de lo peor (pederastia, enfermedad, crimen, condenación, etc.), la homofobia, fruto de la ignorancia es una consecuencia natural.
Les planteo el siguiente ejemplo: Si mi hijo fuese Hugo Chávez/Abdalá Bucarám, que además es Little monster, curuchupa medular y barcelonista guacharnaco ¿Yo podría amarlo? ¡No! Simplemente no podría. Podría aceptar con dolor y resignación una de los cuatro “Defectos” de su personalidad, no pero tragármelos todo de sopetón. Piensa en las características que más odias de las personas (pero las que en realidad te parecen peores) y ubícalas en alguien que amas ¿puedes seguir amando a esa persona? Bueno, creo que eso es más o menos lo que sienten los padres de los GLBT: De repente su hijito/hijita se convirtió en un asco de persona.
¿Somos capaces de amar a los que nos rechazan y amarlos el doble de los que nos odian? ¿Podemos decirles “Yo te voy a querer el doble de lo que me odias”? El punto es que cuando sales del clóset te vuelves un extraño, una persona de la que súbitamente se dieron cuenta que no conocían lo suficiente. Hay que verlo desde esta perspectiva: los padres muchas veces buscan replicarse en los hijos; se convierten en una extensión de ellos. La homosexualidad no está en las expectativas de ningún padre y para ellos, un hijo gay es un fracaso: ellos esperan hijos perfectos, triunfadores, amorosos y un hijo homosexual “per se” se convierte en la antítesis de lo anterior.
Muchas veces son los padres los que lo intuyen, pero prefieren vivir en negación, esperando que un día su hijo/hija entre con su pareja por la puerta y disipe sus miedos. Pasa el tiempo y el ideal de una pareja, hijos, carro, casa y un trabajo seguro (de preferencia en el sector público) se diluye. La realidad pesa más cada día y la negación cae por su propio peso…
Yo entiendo el rechazo de los padres, yo lo sufrí, pero entendí que detrás de eso sólo había miedo y un gran sentimiento de haber fallado. La aceptación por parte de la familia es importante, pero, si no la tienes ¿qué haces? Un amigo me comentó algo con lo que estoy 100% de acuerdo: los gais somos los “mejores hijos” porque nos sentimos tan culpables que nos volvemos desesperados por agradar, al punto de autorenunciar, de retroceder, de perder identidad. Tratamos que nuestra homosexualidad sea menos incómoda para nuestras familias, que adoptamos conductas castrantes: vivimos para agradar.
No se trata de ceder, de volver al clóset, se trata de demostrar valía intrínseca… y también se trata de exigir amor. ¿Eres capaz de ver más en mí que con quién me acuesto? ¿Soy capaz de comprender que esto no es fácil para ti? No creo que demos o toda la tolerancia y comprensión que solicitamos. Obviamente hay un punto en el que uno no puede autorenunciar… vivir para agradar es un camino que mata. Yo viví para agradar, para ser aceptado. No fue una buena idea; pero en el transcurso descubrí que sólo se podía amar, no por ellos, no por los que no me querían. Entendí que mi capacidad de amar y perdonar hacía más por mí que por los demás. Sigo en la oscuridad… pero ya veo la luz al final del túnel.

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