Nuevo año, nueva entrada, nuevo artículo: Una minoría que no es tal


Si hay algo que tiene mi vida es es esa capacidad de sorprenderme, de dar giros dramáticos, de cambiar y cambiarme de maneras tan disímiles... ¡Ufff! Hoy he querido revivir a Félix, con propósito de mi cumpleaños. Veo tanto de mi vida reflejado aquí que sento que es mi deber continuarlo, no dejarlo morir. Siento que este blog es una de las cosas que tengo que obligarme a hacer, que dinamizan mi mente.
Pensándolo bien, y a raíz de un mundo de cosas que han sucedido de un año a otro, creo que es hora de repotenciar muchas cosas sobre este blog. Aunque siempre me he cuestionado la importancia o siquiera la necesidad de hacer públicas cosas mías, creo que no hallo en mí una respuesta satisfactoria y total para dejar de hacerlo. Félix es un alterego, un momento, una realidad que trasciende a la mía. Cuando este blog nació hace ya algunos años, yo era diferente, el mundo y la vida eran diferentes, pero las inquietudes, los miedos, los anhelos y los demonios son escencialmente los mismos. Quizá Félix deba morir, pero será en otro momento.

Por ahora, quiero concentrarme en un artículo nuevo que escribí el mes pasado. Lamentablemente (no he preguntado porqués) Gayecuador ha dejado de publicarlos y creo que es hora de retomar el blog con algo que me gusta hacer: escribir. Como ya indiqué cumplo años y eso me ha dado nuevas ideas para escribir. Por ahora, les dejo con un artículo llamado "Una minoría que no es tal". He tenido algunos bloqueos y ésta es mi manera de liberar algunas ideas estreñodas desde hace bastante tiempo. Espero que lo disfruten. Los comentarios, como siempre, son bienvenidos.

Una minoría que no es tal. 

Estoy hasta los huevos de la expresión “minorías sexuales”, porque me parece que esta expresión tiende a minimizar a las personas GLBTI. Hemos aceptado una etiqueta difícil de superar en el imaginario social. Bajo esta figura, unos pocos hacen un alboroto innecesario y pretenden reformar leyes y un esquema social a su conveniencia. Si en el imaginario colectivo se cataloga a los GLBTI como minoría, por extensión el discurso político lo tratará como un tema menor. 

Primero que todo ¿Qué es una minoría? ¿Cómo y quién la define? No encuentro una definición satisfactoria para esta respuesta. Podríamos crear argumentos con números y estadísticas, pero ello desembocaría en una falacia, puesto que todos los ciudadanos pertenecen a un determinado grupo que, cuantitativamente, dentro de la sociedad, puede ser considerado una minoría. Pensemos por ejemplo en los campesinos de la costa, las personas de la tercera edad, en los ricos del país o en la gente de creencias no cristianas. Todos ellos son cuantitativamente una minoría, pero nunca se han autodefinido como tales. Las desafortunadas expresiones presidenciales de hace unos meses, se enmarcan en la lógica de la “minoría”. Un mal de pocos, es algo que puede esperar porque no tiene una real afectación social. Lo que el discurso presidencial (o político) excluye es que todos, como seres complejos, podemos ser parte de un grupo desprotegido por el estado. No se trata de mariquitas, se trata de un grupo humano, cualesquiera sean sus características, que no puede ser atendido con la garantía oficial de que habrá dilaciones. 

Podemos justificar con números y cifras la importancia de no dejar de lado a los GLBTI. Sin embargo, si el colectivo se autodefine como “minoría”, los argumentos y los números siempre serán insuficientes. La autoidentificación debe ser cualitativa: basada en las dinámicas sociales que podemos generar. Quiera pensar que no tengo que hacer esto por ser meramente gay, pero lo cierto es que el peso social que adquiere esta característica de mi vida, lo hace determinante. Honestamente, no tengo claro el porcentaje de “ser gay” que quiero en mi vida o si sea de hecho necesario, pero es esta condición en la que objetivamente se me discrimina. Detesto las etiquetas, no quisiera encasillarme, pero también desde esta parte de mí debo proyectar mi valía. Puedo hacer mi parte a nivel individual y sería fantástico si todos hacemos lo mismo. 

Atendido ya lo personal, es hora de abarcar lo público: una democracia no es una dictadura de mayorías. Democracia no es hacer lo que hace la masa, ni someterse a ella. Democracia es la construcción participativa de una sociedad que nos garantice a todos derechos que nos vinculen mutuamente a construir bienestar. Sin nosotros la democracia está incompleta. Y está incompleta porque es excluyente. El rompecabezas está incompleto si faltan piezas, pasa exactamente lo mismo con una sociedad.

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