Artículo: ¿Quien quiere ser mi marido?

De caglecartoons.com

Voy a dejarte libre, para que el amor se vuelva más grande.
Aleks Syntek – “Bendito tu corazón”
¿Quién quiere ser mi marido?
De niño, me gustaba jugar a la casita. Yo era siempre el papá, mi prima Vanesa era la mamá y mi osito nuestro hijo. Creo que no era tan mal marido: en nuestro hogar de ficción siempre había comida (generalmente chicles) y cada vez más hijitos. Este conveniente triángulo de sexo, techo y comida ahora se me hace tan mediocre que, de volver a jugar a la casita, le dejaría a mi osito el lugar de “hombre de la casa”. Yo huiría de la casita, de mis hijas muñecas, de las ollitas de plástico, de Vanesa. No piensen que soy tan canalla: al menos le dejaría unos chicles a Vanesa para que cuide de mi primogénito oso y de mis dos hijas muñecas (aunque creo que la muñeca verde no era hija mía… ¡quizá mi “mujer” me engañó con un brócoli!)
Pasó el tiempo y mi hijo oso duerme en algún cartón, mis hijas muñecas y un posterior hijo payaso murieron quemados a manos de mi tío, Vanesa es infértil y disfuncional y yo soy homosexual. De jugar ahora a la casita, preferiría que fuese con un fisicoculturista muy complaciente… y sin hijos: son una carga. ¿Cómo sería este segundo hogar? ¿Un juego pueril al igual que el primero o un pozo de mediocridad como los de verdad?
Para mí las uniones gay siempre tuvieron un punto a favor: “los dos estamos juntos porque queremos y sólo porque queremos”. No había nada más que la genuina voluntad de estar con el otro; sin ataduras, promesas o reclamos. A diferencia de los heteros; los gais no se casan porque hay un embarazo, plata o una visa de por medio. Nos une un sentimiento que escapa a la obligación moral, al control de la sociedad, a la rutina, a tener que estar uno debajo del otro ¿por qué entonces los mariquitas ahora se quieren casar?
Tengo tres respuestas para ello. La primera es que aún no podemos separarnos de ese modelo heterosexista del que venimos. La segunda es que la falta de cerebro y el exceso de TV nos hacen creer que la mecánica de las relaciones es similar a las de las telenovelas. Y la tercera es la que tiene que ver con derechos de propiedad y las cosas prácticas de la vida en común. Como no soy ningún idealista descerebrado espero por mi bien - y el de todos los maricas- que la tercera respuesta sea la correcta.
Evidentemente se necesita un techo legal que proteja lo que una pareja construye para sí: eso es algo que aún en mi bizarra concepción de ver las cosas acepto. Pero… ¿por qué tenemos que basar el nuestro en el modelo heterosexual? El matrimonio como lo conocemos está tan agotado y es tan limitado que en la práctica sólo un contrato que regula el sexo y la propiedad.  Ya no les funciona a los héteros… ¿Por qué creemos que nos funcionará a los homos? ¿Nos sentimos los salvadores de tan sagrada institución? ¿Creemos acaso que el no tenerlo antes y tenerlo ahora lo hará mejor para nosotros?
Los mariquitas somos como la empleada que quiere el calzón viejo que la patrona ya no le gusta ni le queda. Queremos embutirnos en ese modelo fracasado que ya no sirve. La vida, el sexo, el amor, son cosas que no funcionan con una mecánica predecible. La misma naturaleza de una relación homosexual hace que este modelo heterosexual no cuaje. En una relación de dos mujeres… ¿quién será el marido puñetero?
De hecho… ¿por qué tienen que ser sólo dos? ¿Por qué tenemos que limitar nuestros pensamientos, sentimientos, emociones y cuerpos a una sola persona? Yo no quiero ser el único que disfrute de las delicias del culo de mi ficticio novio fisicoculturista. Al contrario, su culo es su culo, él sólo lo comparte conmigo ¿qué me hace sentirme dueño de su cuerpo, dueño de él? ¿Un contrato legal? ¿El egoísmo de saber que sólo somos dos y que no puede haber nadie más? Si todo en la vida se reduce a sólo una opción ¿no nos estamos condenando a una vida carente de color? En la variedad, en la capacidad de tener elementos que enriquezcan nuestras vidas reside el crecimiento personal. Como todo marica respetable, yo estoy casado con Madonna; pero tengo una aventurilla con Lady Gaga… y Nelly Furtado.
Objetivamente apoyo al matrimonio gay. Subjetivamente, lo veo como una especie de “peor es nada”. Yo no quiero casarme. Pese a los músculos de mi ficticio novio fisicoculturista, es algo que no está en mi plan de vida; pero quiero ser capaz de poder tomar esa decisión. Una decisión que no puedo tomar y que se me ha negado. Estamos tan mal que no compartir la vida con otro no parte de una decisión personal, sino de un impedimento de la ley. 
Creo que el matrimonio gay es un mal paso. No me refiero a la protección legal tan necesaria para aquellas cosas de la vida en común, no. Me refiero a adoptar un modelo bipolar en el que uno manda al otro, en el que sólo pueden ser dos. Un modelo agotado impuesto por los que quieren controlar nuestros pensamientos, nuestras vidas. Seguro que cuando los gais puedan unirse vendrá algún pastor o cura a reclamarnos que vivimos en concubinato y que aceptemos el lazo sacramental. ¿Queremos eso? ¿Queremos una mala copia de algo que ya está mal de por sí? ¿No es mejor un modelo nuevo y mejor; hecho por maricas para maricas? Las uniones gay deben ser lo que el matrimonio hetero nunca pudo: una relación de igualdad, respeto y libertad.
DISCLAMER:
Las opiniones del señor Llerena sólo reflejan su punto de vista y no representan las opiniones de esta página y del movimiento gay. Es sólo un mariquita feo y resentido con modelos socioculturales que los demás mariquitas sí aceptamos… ¡nosotros sí queremos un marido puñetero!

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