Artículos: Maricón Maduro

Dada la probreza de contenido de este blog (y la poca dedicación que le tengo), he decidido colocar los artículos que escribo para gayecuador.com en la columna Homotextual. Aunque la idea inicial era colgarlos después de publicados en la página, habrá una primicia involuntaria puesto que Javier -el webmáster- aún no ha subido el artículo a su página.





MADURO: MARICÓN SEGURO


Esa frase de “Soltero maduro, maricón seguro” me puso a cavilar (o en mi caso a desvariar). Si uno lo piensa bien, la vejez dura toda la vida (sobre todo si se vive mucho)… y a algún pendejo se le ocurrió que esto de ser gay era sólo para gente joven y bonita. ¿Qué hay de aquellos que tienen más de 30 años? ¿Dónde quedan? El promedio de vida actual ronda los setenta años. Con suerte y muchos doctores se puede llegar a vivir más de noventa años. Durante todo este tiempo de vida que tenemos la suerte o el infortunio de vivir… ¿qué será de nuestra vida sexual?
El sexo está presente en nuestras vidas desde que nacemos hasta que morimos. El ciclo sexual de la vida comienza con niño “que se toca” pasa por adolescente pajero y termina en disfunción eréctil y problemas de próstata. Vemos al sexo como algo de “gente joven y bonita”. Sólo se puede tirar si se es guapo, atlético y joven. Tirar con un viejo “puede robarnos la juventud”, así que es mejor dejarlos en la sombrita en donde no incomoden. Por su parte, los “viejos” están desesperados porque ya no son atractivos. Tratan de juntarse con las locas jovencitas para que “los hagan sentir jóvenes de nuevo”.
En un ejercicio mental me puse a pensar cómo sería mi vida en los próximos cinco, diez y veinte años. En los próximos cinco años espero haber obtenido mi título, salido del país y haber comenzado una exitosa carrera como limpiapisos en cualquier país del primer mundo. Dentro de diez años, me imagino como un “experimentado trabajador” que se medio mata por un sueldo miserable. A veinte años de distancia del día de hoy me imagino como un plutócrata envejecido y obeso que viste con ropa de marca para disimular su vomitivo cuerpo. Aunque esta perspectiva de vida es más una motivación suicida, me hace también reflexionar sobre el hecho de crecer, madurar, envejecer y morir.
¿Cómo es ser un maricón/gay/homosexual/etc. de mediana edad? Con mayor o menor tino usamos el eufemismo “maduro” para aquellos que nacieron antes que se popularizaran el SIDA, los teléfonos celulares y el CD. Al cumplir los treinta años, todo gay pasa a ser viejo (o madurito si se quiere). Esta anticipada jubilación sexual, nos deja dos opciones: convertirse en un “daddy” o una loca vieja. En el primero debo sacar a relucir mi vena de maestro y “enseñarle el camino” a los más jovencitos. Como loca vieja lo más probable es que termine “apoyando” con billetes de $100 a cualquier culito.
Dado que no tengo vena de maestro y soy muy tacaño (y orgulloso) como para darle a alguien $100 por un mal polvo, me pregunto: ¿No habrá algún viejito caliente para mí? Es decir, alguien con intereses similares que sea un compañero en el viaje hasta el cementerio. Como plutócrata eventualmente cumpliría el mandamiento gay de mantenerme joven y bello el mayor tiempo posible, pero llega un punto en el que sencillamente envejecemos. ¿Qué pasará entonces? No me asusta morir sólo, pero creo que tampoco es malo morir con alguien que tome de tu mano.
Envejecer y morir es un hecho innegable de la vida. El mundo avanza con o sin nosotros en su marcha vertiginosa cambiando paradigmas; ojalá en 50 años la gente acepte lo gay como algo normal. Dentro de 50 años cuando el orgullo gay sea tan común y popular como la fiesta de la fruta y de las flores ¿cómo serán las cosas para mí? Me imagino en mi penthouse con un viejito calentorro, muriéndonos de envidia porque no había orgullo gay en Ambato cuando éramos jóvenes.
Muchos se sienten atraídos por gente joven o madura; este artículo no trata sobre ello. Escribí esto porque creo que vivimos en una ilusión en la que restringimos la sexualidad a algo de gente joven. A medida que pasen los años sentiremos, además de las ganas de tirar, diferentes inquietudes y formas de ver la vida. Para quienes no les ilusiona nada ser el daddy de jovencitos afeminados y/o chulos mantenidos sino compartir con con temporáneos las mismas inquietudes va dirigido este artículo. Por mi parte, releyendo lo escrito hasta ahora, he llegado a dos conclusiones. La primera es que fiesta de la fruta y de las flores en un buen nombre para el orgullo gay (lástima que el nombre ya esté ocupado), la segunda –y más importante– es que el estilo Cher es la única manera decente de envejecer.

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