Artículo: Juanito y sus dos papás

 Juanito y sus dos papás

“Como todas las mañanas, Juanito se levantaba para ir a la escuela. Fernando, su papá, lo levantaba y lo ayudaba a vestirse. Xavier, su otro papá hacía el desayuno para los tres. Listos para una nueva jornada, montaban en el auto familiar con rumbo a la escuela. Ya en el aula, Xavier hablaba con la maestra de Juanito, para estar al tanto del avance “del bebe” en clases. La maestra se deshacía en halagos hacia el brillante niño. El orgulloso padre no podía esconder su sonrisa de satisfacción: ¡era obvio!  Después de todo él tenía un Posgrado en finanzas internacionales y Fernando era un Ingeniero especializado en motores de propulsión… ¡y las fracciones eran pan comido! Al regresar al auto, Xavier le contó a su marido las maravillosas noticias. Fernando, contento por lo que oyó, le propuso a Xavier que los tres se fueran de vacaciones a Disneylandia. En sus trabajos, mientras soñaban despiertos con el maravilloso destino recibieron la terrible noticia: Juanito había muerto, víctima de las continuas patadas en la cabeza que recibió de sus “compañeritos”, aconsejados por sus homofóbicos padres.”

Terrible, pero potencialmente cierta, la historia de Juanito pudo tener muchas derivaciones. Obviamente, en todas le pasaban cosas malas a Juanito. No sé si tan cruel destino se debe a mi antipatía hacia los finales felices o en un terrible presentimiento: la homofobia tomando por objeto a los hijos de parejas homosexuales.
Mientras a los conservadores les abomina y a los mariquitas les complace, la adopción de niños por parejas homosexuales es una realidad que no se puede negar. En este artículo, no pretendo tomar parte a favor o en contra de la medida. Quiero, en vez de eso, compartir algunas reflexiones sobre la homopaternidad. No tengo autoridad alguna más que el derecho de expresar mi opinión libremente. Ésta no es una brújula moral; no puedo imponer como verdades universales lo que pienso. Es sólo eso: mi -muchas veces poco convencional- forma de ver las cosas.
¿Qué nos hace creer que los gais seremos buenos padres? En contexto ¿Qué nos hace creer que la mera orientación sexual de los padres es garantía de la capacidad para criar hijos? Creo que el primer gran error en el que se cae cuando se habla de homopartenidad es anteponer la preferencia sexual de las personas a su inteligencia emocional y la capacidad de dar amor. Si tener hijos fuera cuestión de méritos personales, nuestra especie ya estuviera extinta. ¿Somos lo suficientemente maduros, responsables, generosos y comprometidos para amar y educar a alguien que necesitará de nosotros por muchos años? Millones de mujeres pasan su vida pariendo en la más abyecta pobreza, condenando a sus hijos a ser aún más pobres que ellas ¿Sólo por ser heterosexual debemos ignorar este círculo de miseria? Conocí a una familia pobre con seis hijos. Él, alcoholizándose para olvidar la miseria y la impotencia de no poder mantener a su familia. Ella, preñada como de costumbre, pasó más tiempo preñada que en un salón de clases. Ellos, la perrería de niños sucios, futuros desempleados y delincuentes del país. Ante todo, tener un hijo es cuestión de poder, no de querer: poder amarlo, poder mantenerlo y poder educarlo.
Cuando ya se puede tener un hijo, cuando ya sabes que eres lo suficientemente capaz de afrontar esta responsabilidad ¿Vale la pena traerlo a este país? Pobre, corrupto, y lleno de odiadores… ¿Es Ecuador el mejor lugar para el hijo de una pareja gay? En la práctica, me temo que los niños de parejas gais recibirán, por extensión, el odio que la sociedad siente hacia sus padres. Es absurdo pretender que la sociedad recibirá bien a los hijos de los gais si la homofobia continúa. Los logros que los gais hemos alcanzado son aún frágiles; letra muerta para la mayoría y una leguyada izquierdista para los de siempre. Como padres y como personas procuremos primero convertir estas leyes en realidades tangibles. No podemos cerrar los ojos y creer que una ley que nadie conoce o respeta es la garantía de un entorno seguro para un niño. Sería repetir, exponencialmente, el triste fin de Juanito.
Regresando al tema de la adopción hay algo que me parece importante señalar: no todos los gais quieren tener hijos. Me resulta ofensivo que tres o cuatro parejitas o activistas promulguen a los cuatro vientos que la adopción es algo que quieren todos los GLBT. A mí no me interesa tener hijos: yo no los quiero. Honestamente, para mí sólo son una carga y el reflejo que los gais nos aferramos a un modelo heterosexista. Suponiendo que los comunistas atrasapueblos que constitucionalmente nos prohibieron adoptar, decidan darnos el “beneficio” de la adopción; no todos podríamos adoptar. Como ya mencioné anteriormente para ser padre, y aún más para adoptar, es necesario estar en una situación de poder, no de querer. La visión curuchupa de miles mariquitas saliendo de los orfanatos con niños en los brazos es simplemente irreal. Adoptar no es como ir a la tienda, seleccionar algo que te guste, pagar y llevártelo. Nadie puede ir a un orfanato y decir “quiero uno, démelo”. La adopción es un proceso minucioso en el que se determina la idoneidad de una persona/pareja para hacerse cargo de un niño.
Otra visión absurda y peligrosa de toda la sociedad es suponer que los maricas crían maricas. La orientación sexual de los padres no influye en la orientación sexual de los hijos. La heterosexualidad o heterosexualidad es más que ver a papá y mamá besarse. Si todos venimos de hogares heterosexuales ¿no deberíamos ser todos heterosexuales? Estudios en Alemania, España, Estados Unidos y Dinamarca, en donde ya hay antecedentes de familias homoparentales, demuestran claramente que esta supuesta relación no existe. En esta falsa visión se quiere dar a entender que deliberadamente los gais obligarían a presenciar e incluso a participar en actos sexuales a sus hijos ¡Absurdo e insultante!
Finalmente, considero que mariquitas y curuchupas ven a la adopción como un trofeo. Es como una pelea de box en el que los curuchupas, que tienen el título, lo defienden ante los mariquitas, los retadores. Ni a los gais ni a los conservadores les interesa hacer nada por los niños que son violados, aquellos que comen basura, que se prostituyen en las calles. La adopción es el premio de esta lucha a pulso. Los gais están muy ocupados bailando en discotecas y los conservadores oyendo misa como para interesarse en solucionar la situación de nuestra infancia. Los conservadores prefieren que los niños se refundan en ese lugar sin amor, sabiéndose no queridos y alimentándose con odio que devolverán a la sociedad, antes que entregárselos a Xavier y Fernando. Xavier, Fernando y demás mariquitas están muy ocupados jugando a la casita como para entender que la adopción es un compromiso de vida, no un vanidoso acto de reivindicación. De eso se trata la adopción: por sobre todo de amar un niño y darle un hogar.

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