Conclusiones monas: la perseverancia vence lo que la dicha no alcanza




Definitivamente he avanzado... pero aún falta mucho para el departamento en Manhattan (de todas maneras ya están regenerando el barrio)

No sé qué pasó. Quizá por un momento pude escapar de todas mis inseguridades, las dejé encerradas en Ambato y me fui a Guayaquil. No sé qué pasó ni por qué lo hice, supongo de repente me sentí muy viejo para tener miedo o vergüenza por lo que aún no consigo. En una fantasía reivindicatoria recurrente, yo llegaba al Manso Guayas con cuerpazo, auto y un título profesional. No fue así, aún no tengo ninguna de las tres cosas. Sin embargo, fuera de sentirme mal por ello, siento unas ganas renovadas de dar más, de exigirme más.
Regresar a donde estuve antes, recordar cómo estaba y dónde estoy, darme cuenta de cuánto he caminado me hecho revalorizar lo que significó mudarme a Ambato. No fue necesario pisar el odioso y lodoso Pascuales para darme cuenta de ello; lo vi todo en perspectiva apenas llegué al Triunfo. Y, en perspectiva, Paquisha parece menos mala de lo que creí en un principio.
En efecto, no tengo el título, no tengo el auto ni el cuerpazo, pero no he tenido padres o alguien que me auspicie las tres metas. Cada logro, cada avance al que consideré miserable o insuficiente son fruto de mi esfuerzo. Veo a mi alrededor y ya no veo la pobreza, veo pocas cosas que son genuinamente mías. Veo una vida genuinamente mía. Cada cosa que veo a mi alrededor me la he ganado de alguna forma, sin trampas; no he sido dad sin algún esfuerzo de mi parte. Ahora siento que subvalorar cada pequeña cosa es despreciarme a mí mismo y a todo lo que soy.
Tengo un norte y tengo metas, aprecio más la vida, estoy dispuesto a no dejar ir cada nueva oportunidad y crearme las mías. Ya no me siento estancado. Me he dado cuenta que mi viaje es más largo, que hacia dónde quiero ir demanda más tiempo, más dedicación. Vi la vida en perspectiva, pudo haber un lugar peor que Pascuales y pude tener menos armas con las que enfrentar a mi vida. Hoy me siento en la obligación de dar más. Ambato es un paso más y Ecuador quizá un Pascuales más grande… hay que seguir creciendo.
Hoy me quiero más. Este amor propio no es parte de una perspectiva autocomplaciente, ni de una falsa victimización. Me quiero más, porque soy más. Ya no me veo a mí mismo como el feo asalariado de mierda condenado a una vida miserable. Puedo ser más y obtener más de la vida, ya lo hice una vez y puedo hacerlo de nuevo.

Comentarios

Entradas populares