La felicidad no me basta, ¡exijo euforia!

He leído todos los libros de Calvin y Hobbes y me han resultado tan trascendentes que me parecería un crimen no recomendarlos en este blog. Bill Wattterson, su creador, esconde en cada viñeta pastillas de filosofía, puntos de vista... cosas tan profundas que me ha dejado estupefacto. Calvin es quizá la versión masculina, antisocial y gringa de Mafalda. Me identifico más con Calvin que con Mafalda, lo siento más cínico, más amargado que la niña contestataria ¿por qué? ¿No sería, en principio, algo vanidoso creer que el genio de Watterson y mis sandeces tienen algún punto en común? Quizá, pero creo que en punto exacto sentimos el mismo hastío del absurdo. No es el absurdo gracioso de un payaso. Es el absurdo del statu quo, de la TV que nos embrutece, del ritmo de la musiquita tonta que todos bailamos. Calvin (Watterson) es eso: un flósofo de lo absurdo. Lo toma como un animal raro, lo disecciona y nos lo ofrece en pequeños cuadritos para pader asimilarlo. Él explica ésta vida en 10 segundos... ¡y vale la pena saberlo!

Calvin tiene uno ¡Yo tengo dos! (más uno muy querido que me dio mi mamá...¡a los 18 años)

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